miércoles, 30 de mayo de 2012

Las tensiones inherentes a la misión

El lado psíquico: las tensiones inherentes a la misión


Hans Zollner
Iniciativa-culpa
La intensidad con la que se responde a la llamada de Dios depende también de la disponibilidad para arriesgar y tomar iniciativas por un ideal radical y nuevo, que supera los habituales (y rutinarios) horizontes de vida. Este “éxodo” activa la tensión inherente al conflicto iniciativa-culpa (3). Ésta comporta la capacidad de balancear la constancia en los propósitos con el tacto y la discreción, la firmeza en las decisiones con la empatía, la perseverancia con el error. Cuando pierdo o fallo, ¿soy todavía capaz de mirar a los otros a los ojos? En la culpa, ¿Dios permanece como un padre pronto a perdonar o se vuelve un juez severo frente al cual es mejor no arriesgar mucho?

La Hna. Mónica, 32 años, cuando terminó los estudios de teología fue destinada a la Casa Madre donde, desde hace años, nada ha cambiado salvo el envejecimiento de las hermanas. Debería sustituir a la superiora que tiene ya más de setenta años y hay muchas expectativas puesta en ella. Mónica quisiera un servicio pastoral más cercano a los pobres, también según el carisma originario de la congregación: sobre ello tiene un proyecto pensado durante los años deestudios. Está en la duda. “¿Es justo dejar a las hermanas de la comunidad libradas a sus propios cuidados?”, “¿mi proyecto con los pobres es auténtico o estoy siguiendo solamente un interés personal?”, “Ante Dios, ¿qué cosa quisiera elegir?”.

Pasaje determinante: se necesitaría ayudar a Mónica a encontrar su lugar en la vida, aquello que mayormente le permita amar con todo el corazón, más allá que el puesto sea en la comunidad con las hermanas o en el servicio a los pobres. Si en cambio, se hace de la cuestión un problema sobre el puesto que se debe ocupar, permanece no resuelta en Mónica la tensión entre seguir la propia búsqueda, pero sintiéndose en culpa, o adaptarse, pero sin espíritu de iniciativa.

Identidad-difusión de roles

Este conflicto (5) refiere a la capacidad de mantener -y recuperar en el tiempo del extravío – una identidad estable de sí sin la cual no hay evolución del Yo sino un enajenamiento de si mismo. La lucha por la identidad propone varias preguntas: ¿cómo permanecer “uno y unido” en la dispersión de la vida? ¿Hago lo que cuenta y permanece, o lo que gusta y pasa? ¿Atraigo a las personas por aquello que yo soy o porque lo finjo? En una perspectiva cristiana, ¿me siento dividido entre el ser cristiano y el ser hombre/mujer, o siento que mi realización deriva del haber sabido crear un círculo virtuoso entre
el proceso de perderse y aquel de encontrarse?

El P. Ricardo, 45 años, desde hace 7 años es rector de un santuario. Amado y buscado por la gente, sabe escucharla y aconsejarla, a veces hasta tarde en a noche. Desde hace tiempo no tiene más espacio para sí y para la oración personal. Comienza a sentirse vacío. Tiene la impresión de vivir de rentas, pero se está dando cuenta que las provisiones ya se están acabando. No “siente” más como antes lo que está haciendo. “Me parece de ser como un actor que repite a memoria su rol. No se más donde estoy”.

Pasaje determinante: el P. Ricardo tiene necesidad de tomar distancia de su trabajo, no porque esté agotado o en crisis, sino para abrir un próximo estadio de vida, aquel en el que pueda encontrar una nueva y más profunda circularidad entre el perderse y el encontrarse. Después de años de trabajo no es fácil descubrir una nueva forma de ser ante sí mismo y ante Dios. Más que recuperar las fuerzas y descansar, para el P. Ricardo se trata de aprender qué cosa él puede dar como persona y no como rector de un santuario, el incansable rector.

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Tomado de la revista: Tredimensioni

martes, 29 de mayo de 2012

Las tensiones inherentes a la comunidad

El lado comunitario: las tensiones inherentes a la comunidad

Hans Zollner



Autonomía-vergüenza y duda

La forma particular con la cual una comunidad organiza su estilo de relacionarse, de influenciarse y ayudarse, plasma a las personas que la habitan, con consiguientes tensiones más o menos fuertes.

Úrsula, 34 años, había llevado una vida autónoma: trabajo, automóvil, amigos, tiempo libre, deporte y viajes. Y sin embargo no sentía que todo esto fuera suficiente, y después de algún tiempo, entró en una congregación de religiosas, decisión que sus amigos no entendieron y de la cual a veces se burlaron. Después de algún tiempo, empezó a sentir que le faltaban su auto, su computadora, y sus libros... pero sobre todo sentía de ser tratada por las hermanas como si fuera una niña. Para cada cosa debía pedir permiso y a sus muchas preguntas, recibía siempre la misma respuesta: “¿aquí siempre se hizo así; tu entenderás más adelante”. Entonces, retornan a su mente las palabras de los amigos: “con las hermanas tendrás que renunciar a tu voluntad”.
Aquí, las tensiones conciernen el dilema autonomía-vergüenza y duda (2): ¿hasta qué punto estoy pronta a pagar por la perla preciosa? ¿Qué cosa significa intercambiar la libertad que tenía antes por aquella de los hijos de Dios, dado que le parece haber encontrado en el convento solamente reglas y preceptos? Las tensiones actuales le abren una nueva pregunta: sobre mi decisión, ¿puedo decir todavía que la he querido y la quiero?

Pasaje determinante: lo ideal sería enfrentar esta tensión con un educador. Solos, es difícil darle su verdadero nombre y podría erróneamente entrar en una crisis vocacional. Se trata en cambio, de entender cuánta ansia y resistencia existe por tener que confirmar la elección hecha y cuánto, en cambio, son quejas legítimas por obstáculos que enlentecen una elección auténtica. En el diálogo, Ursula puede aprender a gobernar -en vez de padecer- su duda, y la comunidad puede aprender a relacionarse mejor con sus jóvenes sin tratarlas como niñas.

Intimidad-aislamiento

Este conflicto (el sexto de Erikson) juega un rol decisivo en la edad adulta. Su tensión tiene contornos tanto humanos como espirituales. Sobre el trabajo, lleva a preguntarse si debe cumplirlo con convicción y dedicación o, en cambio en modo formal. En las relaciones, pone a prueba la capacidad de respetar la libertad ajena y con igual libertad, vincularse y dejarse implicar; sentir al otro como un aliado o como una amenaza; saber regular el juego de la distancia y cercanía interpersonal; cuidar la relación o romperla cuando decepciona; permanecer cordiales también en el momento de la crítica. En el ámbito espiritual, la tensión se presenta nuevamente en la capacidad de mantener la familiaridad con Dios en vez de vivirlo como un competidor o, en el extremo opuesto, vincularse a Él en forma simbiótica. Es por tanto, un conflicto que concierne la relación con el “objeto”: para amar a las personas como Cristo sería más fácil si estas personas no fueran aquellas con las que debemos convivir codo a codo.

Ocho monjes de diferentes edades se preguntan qué cosa pueden hacer juntos en el tiempo de Adviento. Las propuestas van desde el recitar comunitariamente el rosario, a la lectura de los textos de su Orden o al compartir su camino vocacional. Para todos es claro que un hermano monje no participará, cualquiera sea la cosa que se decida hacer. Ésto lleva a discutir mucho: ¿qué sentido tiene hacer algo juntos si ello implica un mayor aislamiento de alguno?

Pasaje determinante: el banco de pruebas no es solamente el hermano monje que se aísla, sino la capacidad comunitaria de proteger una “intimidad” realista, con una decisión que no sea ni impuesta ni demasiado opcional. Los monjes podrían iniciar a reunirse una vez por semana y compartir la lectura del día. El superior podría informar sobre esto al monje aislado e invitarlo con actitud expectante, sin insistir que tiene absolutamente que estar presente.

La tensión entre intimidad y aislamiento atraviesa también el vínculo que une entre ellos a la comunidad y a la misión. La misión nunca es algo individual; hoy en día, se es muy sensible al hecho que ésta sea expresión de la comunidad en cuanto tal. La misma tensión aparece nuevamente en la relación recíproca entre los miembros de una comunidad, en la relación de cada uno de ellos con Jesús y en el vínculo mutuo entre relación comunitaria y experiencia espiritual personal. La buena gestión de la intimidad va en beneficio de todas estas áreas.

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Tomado de la revista: Tredimensioni

domingo, 27 de mayo de 2012

Las tensiones de la consagración

El lado espiritual: las tensiones de la consagración


 Hans Zollner

Confianza-desconfianza

Vivimos tensiones también en la relación con Dios: entre confiarnos a Él en la oración y contar con nuestro trabajo, entre apoyarnos en Él y confiar más en nuestros talentos, entre aceptarlo así como Él es y querer que Él sea como nosotros queremos... Siguiendo el esquema de Erikson, se puede notar en el ejemplo que sigue, la activación del conflicto confianza-desconfianza.

La hermana Elizabeth, 53 años, religiosa desde hace 30, después del noviciado y una especialización en contabilidad, fue destinada a la administración de su congregación. Es una mujer amable, paciente pero también un poco huidiza y alguna vez hasta quisquillosa. Cada tanto se siente triste, cosa que tiene para sí y que desaparece espontáneamente en 2 días. En esos días, está inquieta y nerviosa: rezar le parece como hablar con el muro y le vienen ideas “extrañas” como “¿amo verdaderamente a Dios o estoy solamente repitiendo un juego despiadado?”. Desde hace una decena de años tiene la sensación de que Dios la pueda abandonar: ella cree, pero siente también que una parte de su corazón no se ha entregado a Dios. Descubrirlo le hace mal.

Detrás de la duda aparente de fe aparecen algunas preguntas: Yo, ¿puedo ser? Yo, ¿puedo estar delante de Dios? ¿Puedo mantener la confianza en Dios también cuando me parece lejano y un poco caprichoso? Para Elizabeth, el Dios que actúa según su propia decisión y potencia, conduciendo también en “valles” tenebrosos, es como un agujero negro del que hay que apartarse si uno no quiere ahogarse. Es justo esto lo que le sucede también con los otros: si se le acercan demasiado, pero no como ella desea, los rechaza, pero después está mal porque le gustaría confiar en ellos. ¿Soy digna? ¿Puedo soportar el encuentro y permanecer viva? ¿Soy capaz de mantener una amistad estable aún cuando somos y debemos permanecer diversos y alejados?..., son todas preguntas que vienen a flote y que permiten a Elizabeth dar un nombre a la tensión que hasta este momento ha tenido dentro, toda para sí.

Pasaje determinante: para que la tensión, de un simple nerviosismo, se vuelva pasaje a una confianza más profunda, se necesita que Elizabeth sea ayudada a expresar (en vez de comprimir) en forma consciente y delante de Dios, su tristeza y cólera. Además, debe ser sostenida para atravesar (en vez de huir) su tristeza y recordarse en forma cauta, en el momento del extravío (y no solamente después), de la persistente ternura de Dios.

Integridad-desesperación

La edad media de la vida se alarga y nos volvemos siempre más viejos. En Alemania, el 76% de las religiosas supera los 65 años de edad y en muchas comunidades la media es de 75 años. Tenemos aquí también un desafío espiritual que activa la tensión típica del estadio 8 de Erikson, integridaddesesperación.

¿Puedo jubilarme sin que por ello me sienta inútil? ¿Cómo afronto la llegada de los achaques? ¿Cómo vivo el hecho de que siempre más frecuentemente dependo de manos extrañas? ¿Qué cosa me enseñan los altibajos de mi vida, también en relación con Dios? Con el tiempo que pasa, ¿me estoy volviendo sabio o escéptico? Al final, ¿qué cosa es lo que cuenta? Si estos dilemas permanecen bloqueados, la persona se vuelve dura y amarga (“desesperación”).

El Padre Andrés, 77 años, religioso desde hace 60, ha sido párroco por 30 años y después ayudante en una parroquia de la congregación. Aquellos que frecuentan los sacramentos han disminuido y sus más estrechos colaboradores han envejecido con él. Él mismo siente que sus fuerzas han disminuido. Retirarse lo asusta: todos sus conocidos son de la parroquia. Si se traslada, ¿quién vendrá a visitarlo? Aquí ha tenido tantas consolaciones y conoce a todos los hijos de los muchachos que él había bautizado. No tiene amigos. Toda la vida ha solamente trabajado. ¿No le queda más que esperar la muerte?

Pasaje determinante: el superior, en diálogo con P. Andrés, no debería afrontar la cuestión como un problema técnico que hay que resolver, sino como una persona a la que hay que honrar por el servicio de una vida, y con la cual buscar una solución de la que P. Andrés esté convencido. ¿Cuánto y cómo permanecer en la parroquia? ¿Cuáles alternativas de vivienda y de intereses se le pueden presentar?

El haberse donado durante una vida entera implica tensiones en las que entra también la dimensión institucional/comunitaria y no solamente aquella individual y/o espiritual. Una asociación de hombres/mujeres que desea volverse una comunidad según el espíritu de Jesús, vive en si misma la tensión inherente a esta meta nunca alcanzada, y dicha tensión se entrelaza con las tensiones de sus miembros, que como en el caso de P. Andrés se concreta en la no fácil conciliación de los dos polos: las exigencias comunitarias/institucionales y las suyas personales.

sábado, 26 de mayo de 2012

Crisis y conflictos

El significado de tensión


Hans Zollner

En el arco de su ciclo vital, la persona humana atraviesa estadios bien específicos, marcados por sus correspondientes crisis y conflictos. La famosa teoría de Erikson ha identificado ocho estadios, cada uno para una edad dela vida, con una necesaria secuencia entre ellos (por ejemplo, el estadio 3 sigue al estadio 1 y 2) 3. Cada estadio está marcado por una antinomia (o conflicto) entre dos polos: confianza-desconfianza (primer año de vida), autonomía-vergüenza y duda (2-3 años), iniciativa-culpa (4-5 años), industria-inferioridad (desde los 6 años a la pubertad), identidad-difusión de roles (adolescencia), intimidad-aislamiento (edad adulta temprana), fecundidad-estancamiento (edad adulta tardía), integridad-desesperación (tercera edad). Cada estadio está constituido por un polo positivo (por ejemplo, la confianza) y por uno negativo (por ejemplo, la desconfianza). El polo negativo no desaparece completamente y la tensión inherente permanece por toda la vida. La solución, es decir, cómo la tensión es vivida en cada estadio, influye también en los estadios siguientes. Así, si el estadio 1 (confianza-desconfianza) no ha sido solucionado suficientemente bien, la tensión se presentará nuevamente en el curso de la vida. Resolver bien el problema propuesto en cada estadio no significa anular el polo negativo de la desconfianza, la vergüenza, la desesperación... a favor de aquel positivo de la confianza, autonomía, integridad..., casi como si crecer bien signifique borrar la falta de algo y dejar solamente la plenitud; también la persona madura mantiene una cierta dosis de desconfianza, culpa, desesperación, aislamiento... La gestión de los ocho estadios es madura si respeta la antinomia de los dos elementos que componen cada estadio.

Con la base de los estadios de Erikson se pueden interpretar también las tensiones espirituales, comunitarias y psíquicas inherentes a la vida vocacional en sus ámbitos de consagración-comunidad-misión.

________ Tomado de la revista: Tredimesnioni

viernes, 25 de mayo de 2012

Sobre las Tensiones

Convivir con las Tensiones

Hans Zollner

Second Life es el sitio de Internet que te ofrece una vida alternativa: una nueva identidad, un mejor físico, nada de vecinos poco deseables, amigos de película, deseos sin límites... Una vida alternativa ideal, pero para morir del aburrimiento. En efecto, no preve tensiones; si aparece alguna, basta hacer un clic en la computadora y todo desaparece.

A la vida real y auténtica pertenecen las sanas tensiones entre (al menos) dos fuerzas o dos realidades: sanas, porque hacen posible un desarrollo auténtico hacia la madurez. También la teología ha estudiado durante mucho tiempo las tensiones entre los grandes polos del vivir: Dios y el hombre, la humanidad caída y aquella redimida, la Iglesia de los santos y la de los pecadores...; allí donde disminuye la tensión entre estos dos polos, el espacio se vuelve estrecho y puede nacer la herejía. También la psicología dio un nombre a las tensiones normales del vivir: instinto de muerte e instinto de vida (Freud), Yo ideal y Yo real (psicología del Yo), tendencia hacia las necesidades y tendencia hacia los valores (psicología de la motivación)...; allá donde cesa la tensión entre estos dos polos y uno de ellos se vuelve absoluto, nace el disturbio y la enfermedad.

Las tensiones no son solamente inevitables, sino también estímulo de vida: sin ellas no hay acción, nada se mueve. En cambio, si son excesivas, crean explosiones y rupturas, y provocan el espejismo de la second life.También la vida en Cristo no exime de las tensiones. Las enfrenta bajo una luz diversa, pero permanecen: aquellas entre la grandeza de Dios y la pequeñez humana, entre los entusiasmos de los inicios y la cotidianidad del seguimiento, entre las expectativas y lo que se logra hacer concretamente, entre la comunidad que esperaba y aquella real... El artículo presenta algunas tensiones típicas de la vida del sacerdote y del consagrado2. Conciernen al ámbito de la consagración personal (¿quién soy yo en un mundo a menudo extraño?), aquel comunitario (¿cómo vivimos juntos?) y aquel de la misión (nuestras iniciativas, ¿son todavía eficaces o son un obstáculo?). Ofrece también algunas sugerencias para vivirlas de forma tal que sean de estímulo para la madurez, aspecto que es posible cuando nos acostumbramos a percibirlas, aceptarlas y elaborarlas.

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Tomado de la revista: Tredimensioni

jueves, 24 de mayo de 2012

Acompañamiento y Discernimiento Vocacional

Planteamiento


1. Lo primero que quiero expresar, es la decisión de abordar este tema sobre el acompañamiento y el discernimiento vocacional, ya que, yo mismo realicé y realizo este camino en la vocación al ministerio sacerdotal, donde reconozco que fueron varias las personas que me acompañaron durante este proceso, pero mejor aún: son varias las personas que me acompañan en mi propio discernimiento vocacional, porque la etapa del seminario es eso, una etapa, tal vez la más importante, porque allí es donde se ponen los cimientos para un buen desarrollo vocacional. La formación, es para toda la vida, incluyendo la propia muerte que también es una enseñanza.

2. Con este trabajo quiero expresar mi reconocimiento a las personas que me acompañaron en mi propio discernimiento vocacional, lo hayan hecho por amistad y/o por la labor que prestaban en el Seminario. A todas ellas mi agradecimiento, porque reconozco que en el llamado que Dios hace, él mismo se hace presente y nos hace partícipes en esta dinámica de amor.

Preparación para la vida ministerial


3. La vida no es fácil, creo que todos podemos coincidir en ello, el mundo se presenta de una manera especialmente desafiante. Todos los tiempos han tenido sus propios retos, y nos corresponde a nosotros desarrollarnos en este tiempo, sin olvidar que juntos hacemos la historia. Se comienza con la propia historia, sin pretender cambiar el mundo, sino convertirse verdaderamente en discípulos de Jesús el Maestro, el verdadero formador.

La importancia de la formación

4. Toda formación humana es muy importante, implica un verdadero compromiso, no solamente de los formadores, sino del formando, de una manera explícita dentro de un marco de disponibilidad y docibilidad. No es tarea fácil, ya que implica un verdadero compromiso de ambas partes (formando y formador), y en este caminar juntos, se va discerniendo la voluntad de Dios. Por ello que es muy importante dentro de la formación sacerdotal en el seminario, y después en la formación permanente, se cuente con un instrumento que sea útil en el crecimiento de la persona en todas las áreas que se laboran en el seminario (humano, espiritual, intelectual y pastoral) de tal manera, que en la medida en que se vaya desarrollando, al ritmo de los años escolares y de las etapas de formación: propedéutico – filosofía – teología, el formando vaya tomando conciencia de sus propias fortalezas y debilidades, y con el acompañamiento adecuado de parte de los formadores y del equipo profesional que les apoya, pueda ir desarrollando sus potencialidades y subsanando sus deficiencias. Así, el formando, al ser más consciente de su realidad, será más responsable al llamado de Dios a la vida sacerdotal ministerial.

La importancia del acompañamiento y del discernimiento vocacional

5. Un proyecto de acompañamiento y discernimiento vocacional adecuado, enmarcado en un proyecto personal de vida, auxiliará de una manera notable en la madurez psicológica, espiritual y social del formando, haciéndolo más responsable de su desenvolvimiento como persona y como creyente. Podrá comunicar de manera clara y ordenada sus propios pensamientos, sus aspiraciones, así como sus momentos de incertidumbre o duda, fomentando realmente en él, una edificación sólida en los valores del Reino de Dios.

El Proyecto Personal de Vida

6. Revaloremos el proyecto personal de vida en nuestros seminarios, como el instrumento eficaz que permite, con la ayuda de Dios, la edificación de la propia vida sobre una base sólida, como la casa cimentada sobre la roca, la roca que es Cristo.
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La presente aportación está basada en la tesis sobre "Acompañamiento y Discernimiento Vocacional" la iré presentando paulatinamente.

Invito a que participen en este blog con información pertinente a la formación sacerdotal. Dios los bendiga.

viernes, 4 de mayo de 2012

Identidad Sacerdotal


LA IDENTIDAD SACERDOTAL
EN LA PASTORES DABO VOBIS


Por Pbro. Jorge Armando Chávez Mares

Itroduccion

Uno de los temas que sin duda alguna ha sido tratado con mucha frecuencia dentro del ámbito eclesial, ha sido el tema de la identidad sacerdotal, tema que se ha abordado desde varias prospectivas, como la teológica, psicológica, social etc. Esto denota claramente la grande importancia y el influjo que tiene en nuestros días este tema y la importancia que la Iglesia católica ha puesto ante una realidad que vive actualmente, puesto que un número considerable de sus ministros por falta de un conocimiento adecuado pero sobre todo de una vivencia autentica de esta identidad sacerdotal, han golpeado a la Iglesia.

Podríamos decir que uno de los documentos más valiosos que la iglesia ha elaborado en esta perspectiva, es sin duda alguna, la exhortación apostólica, Pastores dabo bobis. Que aborda el tema de una manera profunda partiendo de los fundamentos principales para un conocimiento autentico, poniendo muy en claro que esta identidad sacerdotal tiene su raíz en la naturaleza de la formación que se ha de dar en los candidatos en visas al sacerdocio.

Preambulo

«El espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva» Lc 4, 18a

He querido iniciar con esta cita bíblica, puesto que ha sido el punto de partida y el hilo conductor que los padres sinodales han seguido al reflexionar atentamente sobre la naturaleza y misión del sacerdote, subtitulo que nos encontramos en el segundo capítulo de esta exhortación apostólica pot-sinodal y del cual considero se puede partir para descubrir cuál ha de ser la identidad sacerdotal.

Ante una grande preocupación de los padres sinodales, consientes de la inminente crisis de identidad sacerdotal que se vivía en los primeros años después del concilio vaticano II, se enfocan en buscar las líneas de acción para hacer frente a tan preocupante problema para la iglesia universal, pues la pérdida de miles de sacerdotes, daba a nuestra Iglesia un grande golpe.

El punto fundamental y del cual parten los padres, es la reflexión seria y profunda que realizan para poder llegar a un conocimiento recto y profundo de lo que es esencialmente la naturaleza y la misión del sacerdocio ministerial, reflexión que a lo largo sobre todo del segundo y tercer capítulo, nos dan a conocer cuál es la identidad sacerdotal, dónde se fundamenta y hacia dónde se dirige.

Es impresiónate, como los padres sinodales, en este deseo por encontrar el fundamento ultimo y esencial, han podido sabiamente guiados por la luz del Espíritu, descubrir, en la Santísima Trinidad, el fundamento único de la identidad sacerdotal. Ya que la naturaleza y la misión del sacerdocio ministerial, no se pudieran comprender si no es por medio de las relaciones que brotan de la Santísima Trinidad, puesto que, en virtud de la consagración recibida, el sacerdote es enviado por el Padre, por medio de Jesucristo, que siendo Cabeza y Pastor, el presbítero se ha de configurar a Él, para vivir y actuar con la fuerza del Espíritu Santo al servicio de la Iglesia para la salvación del mundo.

Es así, que partiendo de esta relación fundamental trinitaria y sabiendo que gracias a la configuración recibida por la ordenación, el sacerdote encuentra de manera más propia, su plena y verdadera identidad en Cristo sumo y eterno sacerdote, cabeza y pastor, podemos ahora poner de relieve algunos de los aspectos esenciales que nos ayudaran sobre todo a conocer y comprender, esta identidad sacerdotal.

1.- Cristo mediador perfecto.

Partiendo primeramente del aspecto de mediador perfecto que encontramos en Jesucristo, quien sin escatimar nada de sí, se ofrece hasta el extremo de la cruz abriéndonos así el acceso inmediato a Dios, nos muestra la verdadera dignidad y misión del sacerdocio, poniéndonos de frente al rostro del sacerdocio de la nueva alianza, que no es otro que el acontecimiento de su pasión, muerte y resurrección.

Por lo tanto, sería falso y un grande error buscar vivir una auténtica y verdadera identidad sacerdotal, prescindiendo de una vivencia propia de este fundamental misterio, ya que si a semejanza de Cristo, el sacerdote es el mediador humano entre Dios y los hombres, esta mediación sin duda alguna se ha de vivir también hasta el extremo, entregando la propia vida para la salvación de los que se nos han confiado. Ya que al igual que todos los fieles, en la consagración del bautismo, el sacerdote ha recibido el don a la santidad, don que lo obliga principalmente a él como instrumento vivo, representante y mediador de Cristo, a aspirar a la perfección, aun en medio de las debilidades y flaquezas humanas, pues nos dice: «sed perfectos, como mi Padre es perfecto». Mt 5, 48

2.- Cristo buen Pastor.

El siguiente aspecto los encontramos en Cristo buen Pastor, ya que podemos ver claramente cómo es Jesús mismo quien se presenta como el buen Pastor pues dice: «yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas»” Jn 10,11 un pastor que no solo es de Israel sino de todos los hombres, pues como pastor, siente una grande compasión de la gente que están como ovejas sin pastor, dispersas y descarriadas. Por eso, siendo consciente de su tarea-misión, cuida de sus ovejas, las conoce, las llama por su nombre, las congrega y sabiéndose sobre todo que no ha venido a ser servido sino a servir, es capaz de donar su propia vida en favor de ellas.

Propio en esta manera son llamados a vivir los presbíteros, ser una transparencia del único y supremo pastor frente al rebaño que se les ha confiado, puesto que habiendo sido configurados ontológicamente a este Cristo Buen Pastor, tienen como responsabilidad prolongar esta presencia del único y supremo Pastor, de imitar y revivir su misma caridad pastoral.
3.- Cristo Cabeza y Pastor, esposo de la Iglesia

Este es uno de los elementos que los padres sinodales han resaltado mas, ya que resaltan sobre todo que con la consagración de la ordenación sacerdotal, los presbíteros son configurados con Jesucristo, Cabeza y Pastor de la Iglesia, lo cual convierte al mismo presbítero, en el Esposo de la Iglesia y como tal, ha de estar al frente de ella, poniéndose a su total servicio, tanto de la Iglesia particular como de la Iglesia universal, puesto que en la relación del sacerdocio con Jesucristo y en Él con su Iglesia, se encuentra lo que es el ser y el obrar del sacerdote, su misión y su ministerio.

Esta configuración con Cristo cabeza y pastor, exige del sacerdote una verdadera caridad pastoral, para poder ejercer fielmente el servicio en favor del cuerpo místico de Cristo que es su Iglesia, ya que Jesús es el verdadero esposo y el sacerdote ha de vivir esta situación esponsal ante la comunidad, puesto que es llamado a ser imagen viva de Jesucristo Esposo, siendo un autentico testigo del amor de Cristo como esposo, amando con ese mismo amor en una entrega total, continua y fiel.

Sabiéndose por lo tanto, que no está sólo en la iglesia, sino que está al frente de la Iglesia, ha de ser muy consciente que ha recibido del mismo Cristo, el don de guiar a su Iglesia mediante la potestad espiritual, servicio que ha de realizar impulsado por la gracia del Espíritu Santo y considerándose primeramente siervo, para poder ser cabeza.

Conclusión

Después de haber enumerado estas características, que sin duda alguna, nos dan el parámetro y sobre todo nos ponen de manifiesto lo esencial de la identidad sacerdotal, quisiera terminar resaltando lo que los padres sinodales ya han puesto de manifiesto en esta exhortación pero que sin embargo considero es el punto clave para no perder el hilo conductor que nos llevará a vivir una autentica identidad sacerdotal, puesto que queda propio al sacerdote el renovarse continuamente y profundizar cada vez más la conciencia de ser ministros de Jesucristo, en virtud de la consagración con El, como: Cabeza y Pastor de la Iglesia.


El padre Jorge Armando Chávez Mares
es sacerdote diocesano de León
Labora actualmente en el Curso Introductorio de su Seminario