domingo, 15 de julio de 2012

El Futuro de la Educación Católica



EL FUTURO DE LA EDUCACIÓN CATÓLICA

Es normal que quienes nos dedicamos a la educación digamos convencidos que buscamos la excelencia en nuestra misión. Sin embargo, cuando se trata de una educación católica que debiera privilegiar su misión de colaborar con la construcción del Reino de Dios, es necesario que respondamos la pregunta a propósito de la identidad católica de nuestra misión. ¿Cuál es la especificidad de nuestro modo de proceder? La educación que ofrecernos, aun en el caso de que realmente fuese excelente, ¿cumple los requisitos de una formación que vaya mucho más allá de la que ofrecen las empresas especializadas en este campo y que “venden” un producto a quienes tienen la posibilidad de pagarlo? Estas y otras preguntas fueron analizadas en el Seminario de estudio de la Congregación para la Educación Católica, Dicasterio vaticano responsable de la educación en todo el mundo y en el que tuve la oportunidad de participar el 22 y 23 de junio pasado.

Un polo de discusión que nos ocupó un buen tiempo fue el relativo a la “tensión entre laicismo y fundamentalismo”. Constatamos que existen dos tentaciones extremas: por un lado, el fundamentalismo o integrismo que niega los derechos al hombre en nombre de la ley de Dios y, por el otro, el laicismo o secularismo que niega que la religión tenga un sitio en el espacio público aludiendo a los derechos al hombre. Hemos caído en el extremo de absolutizar, por un lado una especie de estructura enferma de la religión que niega la razón y por el otro, la enfermedad de la razón que niega la religión. En este estado de cosas ¿cuál es el sitio que da la educación a la religión en un mundo multicultural? ¿Se acepta con facilidad el derecho de los padres a elegir un centro académico no solo de excelencia sino abiertamente cristiano, más aun, católico? ¿Se da el mismo tratamiento a una escuela protestante a otra que pretende introducir el Islam que a una que es fiel a la tradición católica?

Asimismo, un problema que debemos resolver es la “tensión entre tecnofobia y tecnolatría”. No podemos cerrar los ojos a la realidad de que hoy cualquier adolescente usa la informática como el medio normal de comunicación. La inmensa mayoría pertenece a una o dos redes sociales, su único medio de comunicación es el teléfono celular o la internet. Obviamente hemos caído en excesos que pueden ser sumamente peligrosos aun cuando por otra parte, es un hecho que se da una atención particular de las ciencias humanas y sociales a la educación. Las técnicas se multiplican y se favorece el acceso a cada vez mayor y mejor información. Es cierto que es una enorme oportunidad pero, al mismo tiempo, es un gran desafío. Podemos, en efecto, caer en la tentación de reducir nuestra comunicación a seguir una especie de recetas o de imponer y multiplicar complicadas reformas educativas que no mejoran los niveles reales de la educación. Podemos olvidar que la educación, mucho más que una técnica, es un arte que debemos preparar y cultivar porque la singularidad de la persona no podrá ser regulada jamás por la técnica, por muy desarrollada que sea.

Un buen educador está llamado a educar sobre el correcto uso de la internet, sobre el sentido verdadero del conocimiento y que la posibilidad de acceder a una información casi infinita, no nos hace mejores. Es imprescindible que sepamos ensenar el valor de jerarquizar la información a la que tenemos acceso, saber discernir y juzgar. Finalmente discutimos enorme desafío: la “tensión entre libertad en la educación y la integración”. De una parte, el Estado tiene el derecho y el deber de buscar la integración de sus ciudadanos en un solo modelo educativo oficial. Pero también en algunos países, cuando los jóvenes o no tienen acceso a una buena educación o ésta es deficiente, debiera respetar el derecho de los padres a elegir la educación de acuerdo a sus convicciones. Por último, no podemos soslayar la “ tensión entre dominio (violencia) y la pérdida de autoridad”. Tristemente, la violencia es muy común en muchos países del mundo como el modo elegido para educar. Se olvida que la violencia engendra violencia tanto de parte del joven como del adulto. 

De ahí que no sea posible aceptar una falsa idea de que toda la autoridad la tiene el educador pues se podría confundir con un poder de dominio. O por otra parte, igualmente peligroso sería creer que el alumno es libre de hacer lo que le dé la gana porque sería correr el riesgo de que se pierda la legítima autoridad de padres y educadores. De aquí que valga la pena aclarar ¿cuál es la concepción de autoridad que se maneja en el ámbito educativo actual?



P. Jaime Emilio González Magaña, S. I.
Domingo 15 de Julio de 2012.

domingo, 8 de julio de 2012

Los Desafíos de la "Emergencia Educativa"



LOS DESAFÍOS DE LA "EMERGENCIA EDUCATIVA". 

El seminario de estudio “Educación: hoy y mañana”, organizado por la Congregación para la Educación Católica, se planteó abordar la problemática de la emergencia educativa partiendo de lo que, en su momento, Jacques Delors presentaba al presentar los desafíos como dos polos en tensión. El primero de ellos fue denominado “Tensión entre lo global y lo local” asumiendo lo que ya S. S. Juan Pablo II había afirmado en su Discurso en la VII Sesión Plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, el 27 de abril de 2001 en el sentido de que "la globalización, a priori, no es ni buena ni mala. Será lo que las personas harán de ella”. Durante el seminario se puso especial énfasis en el hecho de que uno de los principales desafíos consiste en pasar de una mundialización -considerada excesivamente en el plano económico (homo oeconomicus), y, por lo tanto centrada en el tener-, a una mundialización ética y, por lo tanto centrada en el ser, fundamentada en el hombre en su totalidad (homo sapiens et amans). Es un hecho que la educación es sometida tanto a la mundialización como a las leyes del mercado, sin embargo ¿debe ser regulada sólo por ellas? ¿Cuáles leyes regulan los procesos educativos y las instituciones académicas en nuestros días ?

Un segundo polo fue reconocido como la “Tensión entre la unidad y el pluralismo cultural”. Se constata una visión muy difundida del miedo a un neo-colonialismo cultural que inhiba las especificidades. De otra parte, la insistencia unilateral sobre las identidades culturales y nacionales engendran el repliegue sobre ellos mismos, los guetos y la exclusión del otro. Otro aspecto del desafío cultural es el de la continuidad de los tiempos: muchos jóvenes son golpeados por la falta de esperanza y por lo tanto de futuro; cada vez más, también les faltan raíces propias. ¿Cómo educar en un mundo global, respetando las culturas pero también la apertura a una "hermandad universal?" ¿Cómo respeta la educación la continuidad de la transmisión respetando la novedad de cada época? El tercer desafío tiene que ver con la “Tensión entre individualismo y nacionalismo”. Se puede observar cómo el occidente está enfermo de individualismo, mientras tanto otros países se han enfermado de "comunitarismo", bajo forma de nacionalismos, de tribalismos o de sectarismos. ¿Y si una educación global pudiese relacionar al individuo, a la persona, su sentido de pertenencia a un grupo y a la vez su apertura al otro, a todos los otros?

El cuarto fue llamado el de la “Tensión entre tradición y modernidad” y ofreció la posibilidad de que la educación pueda ser considerada entre dos tentaciones, es decir, permanecer en el pasado (tradicionalismo) e idealizar el porvenir (progresismo). La preguntas planteadas han sido: ¿Cómo la educación cultural puede conjugar los tres "éxtasis" del tiempo? ¿Cómo asegurar una continuidad fluida? ¿Cómo conjugar la memoria y la esperanza? ¿Cómo arraigar la esperanza en la memoria, salvando la capacidad de iniciativa? Por lo que se refiere a la “Tensión entre el derecho de todos a la educación y las desigualdades” se asumió, por un lado, la reciente demanda de educación que no deja de crecer por parte de las personas y, por otro, la necesidad de disponer de personal cualificado y competente. Asimismo, se constata la desigualdad de los recursos económicos y del conocimiento. ¿Cómo puede responder la educación a este derecho universal de acceder a ella? ¿Cómo, en un mundo globalizado y solidario, los países más favorecidos pueden ayudar de manera justa a aquellos que lo son menos, respetando su cultura y su especificidad?

El sexto desafío de la educación en nuestros días tiene que ver con la “Tensión entre el dogmatismo intolerante y el relativismo escéptico (hacia la verdad y los valores”). Pudimos caer en la cuenta de cómo, de una parte, algunos intentan no sólo de imponer su visión del mundo, excluyendo otros acercamientos legítimos. Y, de otra parte, nuestro mundo actual rechaza la verdad y la norma ética universales, la intolerancia y la violencia. Se prefiere hablar de "valores" y de "sentidos" antes que de bien y verdad. Lo justo es separado del bien y de la verdad. Como decía el Santo Padre “en una sociedad así falta la luz de la verdad, más bien se considera peligroso hablar de la verdad, es considerado como "autoritario" y se acaba por dudar de la bondad de la vida”.

Además, la verdad a menudo se reduce a la razón utilitarista. De ahí que sea válido preguntarnos ¿Cómo educar a la verdad y a la justicia evitando el doble riesgo del dogmatismo intolerante y la "dictadura" del relativismo? ¿Cómo puede devolver la educación toda su plenitud al logos humano?

P. Jaime Emilio González Magaña, S. I.

domingo, 1 de julio de 2012

VOTAR O NO VOTAR Y PARA QUÉ

VOTAR O NO VOTAR Y PARA QUÉ


Hoy es un día sumamente especial para nuestro país pues se elegirá un nuevo Presidente de la República y otros representantes públicos que, al menos en teoría, deberían vigilar por la paz, el progreso y la justicia de México. De ningún modo podemos esquivar ni hacernos “de la vista gorda” ante la urgente necesidad de expresar nuestra decisión libre y comprometida por el futuro de millones de mexicanos. Más aún, como cristianos, estamos obligados a colaborar para que todo un pueblo pueda ejercer su derecho y obligación en la acción democrática que significa elegir nuestros representantes. Es necesario que seamos muy conscientes de la situación que estamos viviendo antes de salir a la calle, localizar la casilla que nos corresponde y cruzar una determinada boleta porque no se trata solamente de cumplir por cumplir sino que es urgente que lo hagamos consciente y responsablemente.

Las elecciones deberían funcionar como mecanismo de la ciudadanía para castigar o premiar a un partido político según haya ejercido el poder en su período de gobierno, sea el actual o los precedentes; como termómetro para medir la valoración de los ciudadanos sobre el gobierno saliente; para medir la credibilidad en el proceso electoral como mediación pacífica para cambiar o controlar al poder político. Para impedir que los medios de comunicación con su aplastante poderío económico y de control, impongan un candidato que les conviene para seguir usufructuando la posición privilegiada no sólo económica sino política a través de los favores que deberán pagar las personas a quienes hayan ayudado a llegar al poder. Por todo ello, es imprescindible que nos hagamos preguntas semejantes a éstas: ¿Cuáles son los valores que debemos proponer y testimoniar desde la fe? ¿Qué elementos de una elección democrática son acordes con los valores del Reino de Dios? ¿Cuáles son los valores cristianos que hemos de impulsar en un proceso electoral?

Es de vital importancia que reflexionemos sobre las principales características de nuestro contexto como país para saber qué es lo que necesitamos exigir y cómo podemos responder ante las actitudes y propuestas (si las hay) de los diversos candidatos. Hace algunos días, recibí algunas reflexiones de Rita Yadira Díaz Soto, quien es colaboradora en el Colegio del Sagrado Corazón, en San Luis y nos ofrece algunos datos iluminadores. Nos ha tocado vivir uno de los sexenios en los que ha habido un número enorme de muertes por la cada vez más creciente ola de violencia heredada de los errores de gobiernos anteriores. Al cierre del 2011 se hablaba de aproximadamente cincuenta mil muertos de los cuales, muchos sólo cometieron el delito de estar en el lugar y hora equivocados y ser alcanzados por las balas de combate entre el ejército y los cárteles de la droga o grupos delincuenciales relacionados con el narcotráfico. Muchos de los muertos también fueron defensores de derechos humanos, periodistas y activistas sociales, lo que ha generado escándalo internacional.

Para ésta elección vamos a elegir al próximo Presidente de la República, 128 senadores y 500 diputados federales, quienes estarán en funciones durante seis años, trabajando para el pueblo de México. El salario mensual del Presidente asciende a $208,570.92; el de cada uno de los 128 senadores será de $171,444.00. Los “pobres” quinientos diputados recibirán la magra cantidad de $105,378.00. Para que tengamos un dato comparativo con estos salarios que reciben nuestros representantes populares, revisemos el monto del salario mínimo que, en 2012 aumentó 4.2% y según el área geográfica corresponde a los datos siguientes: A: diario $ 62.33, mensual $ 1, 869.90. B: diario $ 60.57, mensual $ 1,817.10 y C: diario $ 59.08, mensual $ 1,772.40.

Como cristianos no debemos permanecer indiferentes y estamos obligados a expresar nuestra opinión crítica y la decisión libre después de orar y reflexionar sobre lo que han ofrecido los candidatos y su postura frente a la asfixiante pobreza de México y la distribución inequitativa de la riqueza, el crimen organizado, las relaciones con otras instancias sociales como la Iglesia. ¿Cuál es la opinión de los candidatos sobre el aborto, los mal llamados matrimonios gay, la seguridad de las familias, etc.? Analicemos detenidamente la situación nacional en este importante día, no olvidemos de pedir la luz de Dios para actuar madura y comprometidamente para conocer lo que Él quiere para su pueblo mexicano. Cuidémonos de optar por la vía más fácil o más llamativa y creer en promesas que no se pueden cumplir. Será mejor que pensemos bien antes de elegir y optar y permanecer vigilantes y activos en la participación ciudadana. Es nuestro derecho y es la esperanza de México.

P. Jaime Emilio González Magaña, S. I.
Domingo 1º de Julio de 2012