miércoles, 6 de junio de 2012

La Vocación como un proceso para toda la vida


1. Naturaleza e importancia de la formación sacerdotal

En el diccionario del Sacerdocio, en el punto que habla sobre la Relevancia teológica del concepto, se afirma:

La vida cristiana, de la que la vida sacerdotal es una concreción, tiene una doble estructura, progresivo-dinámica e histórico-experiencial, es asentimiento que madura a lo largo de un camino constante, adhesión mental-afectivo-volitiva que sólo se produce al cabo de un largo proceso. El sí histórico, dado el día de la ordenación, es un sí que se prolonga y se hace real a lo largo de la historicidad personal. En este sentido el sí es un proceso de maduración, un largo y lento peregrinar hacia la Patria donde el creyente presbítero alcanzará la plena realización, identidad. Según esto, la vida sacerdotal será un proceso progresivo de asimilación de los sentimientos del Buen Pastor, que se preocupa por sus ovejas y quiere salvar a todas .

Se trata de un proceso que nos lleva a una maduración que conlleva diferentes etapas y que afecta toda nuestra vida. Por eso es muy importante que vayamos conociendo los diferentes aspectos y matices con los cuales se va presentando durante la dinámica de maduración hacia la propia identidad y la configuración con Jesucristo buen Pastor. Se trata de llegar a la configuración con los sentimiento del Hijo, es decir de Jesucristo en su relación con Dios Padre. Para poder entender la consecuencia que se deriva en la misión (pastoreo) es necesario saber a que soy llamado (filiación) es decir la identificación con el Hijo de Dios y a través de él nuestra participación en dicha filiación divina.

De esta manera podemos ver que toda vocación, corresponde a un proceso vitalicio, como a continuación exponemos en esta cita:

Si esto es así, si tal es el fin de la vocación sacerdotal, la formación no es ya sólo camino propedéutico, pedagogía que prepara para asumir una identidad y las obligaciones ligadas a ella, sino que se convierte directamente en teología, en un modo teológico de pensar y definir la misma consagración a Dios, es decir, en un lento y progresivo proceso de formación en nosotros del hombre nuevo, o de un corazón humano capaz de asumir los sentimientos divinos, de latir al ritmo del corazón de Dios. La vida del presbítero, en definitiva, es formación en sí misma; la formación entonces, ya no es una exigencia extrínseca, sino la que la define intrínsecamente. Las razones funcionales: tácticas y/o estratégicas, han de dejar paso a las razones estructurales, teológicas (PDV 70) .



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